
Cuando era pequeño, en mi casa, para decirme que me inventaba cosas increíbles, solían decirme que contaba «historias de bombero». Supongo que, por lo que hacen, tienden a parecernos como esas películas de superhéroes, algo fuera del alcance de un humano corriente. Pero son humanos, es más son HUMANITARIOS. Su trabajo va más allá de los incendios, simplemente salvan vidas, con la misma facilidad que otros de nosotros nos enfrentamos a un duro día de oficina, o a arreglar papeleos.
Aún recuerdo cuando desde nuestra comunidad autónoma, se llevó el primer camión de bomberos a los campamentos. Algún listillo decía que para que servía un camión de bomberos en un sitio que no había agua, o que van a apagar si allí no hay incendios, porque la arena no arde… o tonterías de ese estilo.

El camión, un todo terreno equipado con bombas de alta y baja presión, servía para poco en la ciudad zamorana por su difícil maniobrabilidad, pero parece ser perfecto para esas arenas del desierto. En los campamentos hay incendios. Ya comienza a haber tendidos eléctricos, pero su precariedad hace que cortocircuiten con facilidad, y hagan arder las jaimas y casas de adobe aisladas del frio de la noche sahariana con todas las melfas y ropa que va deteriorándose y recibe así una segunda vida. Vida que es, paradójicamente, causa de frecuentes accidentes.
Pero Eduardo Flecha, que así se llama nuestro particular «superhéroe», no ha estado en los campamentos de refugiados. Hay una larga franja que, irreductible como la famosa «aldea gala», resiste el ataque de las fuerzas de ocupación marroquí. Resiste tan fuertemente, que ha obligado a el ejercito ocupante, a construir el más largo muro defensivo que existe en nuestra época (excluida la gran muralla china).

Es en esta franja, plagada de minas, donde ha estado Eduardo. Allí no son los incendios, si no las explosiones que tullen cuerpos, revientan pies descalzos, masacran al ganado y a los jóvenes pastores saharauis que los cuidan… Y allí es donde se necesitan especialistas en emergencias, bomberos que preparen a las gentes que allí habitan para poder sobrevivir en el ambiente más hostil que podamos imaginar.
Eduardo a vivido con estas familias de pioneros, de frontera. Con estas personas valientes capaces de dar su vida por una causa justa, a pesar de que su nación, España, de la que formaron la provincia número 53, les abandonase y, un año más tarde, les quitase la validez de esos DNIs y esos pasaportes que hoy aún nos enseñan con orgullosos en sus jaimas. Y estas, sus vivencias entre estas gentes, la acogida que recibió, las impresiones que ha traído y que, estamos seguros, le cambiarán la vida para siempre, son las que va a compartir con nosotros el próximo MIÉRCOLES 11 DE DICIEMBRE en el CENTRO CÍVICO LEÓN OESTE (el Crucero, León, frente al parque de Quevedo).











